Peter le contó a Wendy muchas otras cosas. Le habló de los otros miembros del equipo de Los Piratas. Todos tenían un apodo en inglés. Colin era el capitán, el mayor del equipo y al que más temía; Grant era el chico grande que se avalanchaba sobre él como una montaña cuando se encontraban en el campo. Rara vez le dirigían a Peter más que una mirada de desdén. También le habló a Wendy de Hank y Dylan, que no eran tan buenos jugadores, pero que se mostraban tanto o más violentos durante el partido, empujándolos y molestándolos constantemente, sobre todo al pobre Tootles. También le explicó a Wendy lo poco que le gustaba el capitán Garfio, el entrenador de Los Piratas, que era muy estricto y no toleraba ninguna debilidad en el campo, incluso Colin y Grant le tenían miedo.
Wendy le contó que hacía poco que se había mudado aquí desde otra ciudad con sus padres y sus dos hermanos, John y Michael, y Nana, su perra. Para sorpresa de Peter, Wendy resultó conocer y amar el fútbol, e incluso daba sesiones de entrenamiento a niños más pequeños.
Quedaron en volver a verse al día siguiente en el parque, Peter con sus amigos y Wendy con sus dos hermanos pequeños.» «Peter esperaba con impaciencia la reunión del día siguiente. Le preocupaba que todos cupieran por el agujero bajo la valla, pero hasta Tootles se coló, aunque no con facilidad. Los niños no se cansaban de jugar. Nunca habían visto un tobogán, un columpio o unas barras tan chulas, y no podían imaginarse cómo era la tirolina, pero después de que Peter se la enseñara, casi se pe-learon por ver quién la usaba primero. Estaban tan absortos en el juego que ni siquiera se perca-taron de la llegada de Wendy, John y Michael hasta que Nana llamó su atención con un anima-do ladrido y luego corrió hacia Peter.
«Te reconoce», se rió Wendy.
«Chicos, esta es Wendy», los chicos dejaron de correr de repente y lanzaron a Wendy miradas tímidas e indecisas.
«Estos son John y Michael, y esta es Nana», se rió Peter y acarició al cachorro que le tiraba de los pantalones.
«¿Os gustan las bolas de nieve?» preguntó Wendy, y luego, al ver que los chicos no tenían ni idea de lo que estaba hablando, sonrió, sacó una gran caja de plástico de su bolso, le quitó la tapa y les ofreció galletas de coco y chocolate.» ««¿Y cuál es vuestra táctica?» preguntó Wendy a Peter desde el columpio, mientras los chicos comían su tarta y él le contaba su alineación para el gran partido.
«Tenemos más posibilidades con los pases cortos», empezó Peter con expresión orgullosa y seria. Le sentaba bien demostrar sus conocimientos a Wendy, esa chica tan lista que escuchaba con tanta atención. «Lo importante es tener el balón tanto como sea posible. Somos más rápi-dos que Los Piratas, podemos despistarles con movimientos veloces y muchos pases rápidos».
«Es decir, jugaremos al tres en raya», intervino Nibs sonriendo, con una bola de nieve en la bo-ca.
«¿Y cómo conseguiréis la pelota?». preguntó Wendy.
«Bicicletas», se rieron Peter y Nibs. A los dos se les daba genial pedalear en bicicleta.
«Suena bien», sonrió Wendy.
«Pero necesitáis un buen portero, sin uno es difícil ganar», dijo John desde el columpio contiguo al de Wendy.
«Y un sustituto por si uno de vosotros se lesiona», añadió Michael.
«Ya lo sé, pero ¿de dónde sacamos un portero y sustitutos?». Peter extendió las manos.
John y Michael se levantaron del columpio casi al mismo tiempo.
«Nosotros podríamos hacerlo».» «Peter no se lo podía creer. ¡Qué suerte! ¡Encontrar un portero y un suplente al mismo tiempo! Resultó que John había jugado mucho de portero en su antiguo colegio, y Michael había jugado al fútbol en casi todas las posiciones, así que era capaz de sustituir a cualquiera si era necesa-rio. Peter accedió agradecido a que los chicos se unieran, y acordaron entrenar juntos al día siguiente si la profesora Campanilla estaba de acuerdo. Y Wendy podría darles sesiones extra de entrenamiento por las tardes.
Peter estaba muy contento de tenerla como amiga. No era una amistad cualquiera: la mirada de Wendy le hacía pensar en la de su madre, cuyo rostro ya no recordaba. Vio que también era una buena influencia para los demás: Tootles y Curly parecían estar más atentos en el entrenamiento de los días siguientes, estaban más concentrados, presumían mucho menos, se habían vuelto más reservados y prestaban muchas más atención a los demás. Y Wendy, por algún milagro, ¡podía distinguir a los gemelos! Se dio cuenta de que Patrick parpadeaba mucho cuando le ha-cían una pregunta y saltaba un poco cuando corría, mientras que Lachlan inclinaba la cabeza hacia la derecha cuando le hablaban y corría a por el balón con una zancada más plana y larga.» ««¿Crees que tenemos alguna posibilidad?» preguntó Peter a Wendy en el patio después de uno de los entrenamientos.
«Es difícil decirlo, ya que apenas he visto jugar al fútbol al otro equipo, pero seguro. Creo que estáis jugando bien. Y lo que también es muy importante: sois un equipo que se mantiene unido y que ama el fútbol. Me alegro de que hayáis dejado participar a Michael y a John».
«Yo también estoy contento. No sé qué habríamos hecho sin ellos».
Rob cruzó el patio. Pasó junto a ellos, miró a Peter y volvió la cabeza sin saludarlo.
Peter dirigió a Wendy una mirada significativa. Wendy palmeó el hombro de Peter.
«Necesita una bolita de nieve, que sin duda le derretiría el corazón».
«¡Necesita bolas de nieve en la cara! De las de verdad», dijo Peter enfadado, sólo medio en broma. Wendy se echó a reír.
«¿Sabes de qué me he dado cuenta?» Preguntó tras una pausa. «Tootles da pases largos y curvos bastante bien. Hace un momento, durante el entrenamiento, envió el balón directo a Nibs. Con un poco de práctica y motivación, podría adquirir aún más confianza. Ya lo veo haciendo pases de gol».
«¿A Tootles?» se rió Peter.