Peter no recordaba cómo habían pasado las semanas, pero había llegado la última sesión de entrenamiento previa al partido. Estaba ansioso, pero se sentía en buena forma. La última se-sión de entrenamiento se celebró en el gimnasio con la profesora Campanilla y Wendy. También había un pequeño público, con niños más pequeños del orfanato que habían venido a verlo. Todos escuchaban atentamente las recomendaciones de Campanilla.
«Recordad que el equipo del capitán Garfio jugará un partido de ataque tradicional, centrándose en Colin y Grant, los dos delanteros, para presionar hacia delante. Curly y Tootles, intentad cubrir a Hank y Dylan, son los que más pases dan a los delanteros. Y si ganan la posesión de la pelota y atacan, no corráis todos detrás de ellos sin pensar. Peter y Nibs, quedaos atrás para que si Jacob defiende el tiro, pueda daros un pase largo inmediatamente, y podáis contraatacar».
«Y lo más importante», levantó la voz, «espero juego limpio de todos, ¡incluso si el rival hace falta!».» «A Peter le costó mucho dormir, se pasó toda la noche intentando verse como el vencedor.
El día del enfrentamiento amanecía lentamente. Sus ojos se abrieron de golpe; no podía espe-rar a que llegara la tarde… el día pasaba sin que prestara atención a su alrededor. Llegó la tarde y por fin estaban en el campo. Era como si el tiempo se hubiera detenido. Era diez veces más consciente de todo lo que le rodeaba, pero sólo estaba concentrado en una cosa. Colin y él estaban de pie en medio del campo, mirándose fijamente. El balón estaba en el suelo entre ellos. Esperando el silbato. Por fin empezó el partido. Colin fue más rápido, se hizo con el balón e inmediatamente se lanzó al ataque. Nibs y Curly intentaron bloquearle el paso, pero Colin voló imparable hacia la portería. ¡Un tiro! Y al poste. Patrick cogió el rebote con el pecho, se lo pasó a Tootles, que a su vez se lo pasó a Peter. Rob siguió de cerca a Peter, lo alcanzó y lo empujó hasta el borde del campo, murmurando: «cualquiera que haya sido entrenado por chicas debería jugar con falda».
A Peter le invadió la rabia y empezaron a temblarle las piernas. Rob aprovechó y le robó el ba-lón. Se lo pasó a Grant, pero no con suficiente precisión; Nibs, corriendo entre los dos, se hizo con el balón. Pasó a Tootles, Tootles a Peter, Peter de nuevo a Nibs, y así sucesivamente. Ya estaban en campo contrario, cada vez más cerca de la portería…» «Tootles se había hecho con la pelota. De repente, Grant se interpuso en su camino. Aunque había cogido el balón con una entrada regular, el larguirucho de Tootles salió despedido por los aires cuando su pie se enredó en la grande y musculosa pierna de Grant. Tootles había caído al suelo y no se levantaba. Peter y Nibs corrieron hacia él, asustados. Mientras tanto, Grant marcó. El árbitro no detuvo el partido. El pobre John no tenía ninguna posibilidad de salvar el gol. Uno a cero para Los Piratas.
Tootles se despertó, pero estaba claro que no se encontraba bien. La profesora Campanilla y Wendy lo animaban desde las gradas. Entonces, Michael sustituyó a Tootles. Peter le animó con la cabeza mientras lo alcanzaba: Michael ya había demostrado en los entrenamientos que podía jugar de delantero. Colin atacó de nuevo, Peter fue tras él, intentando quitarle el balón, pero parecía un esfuerzo en vano. Y de repente…
«¡Una bicicleta!» El pensamiento pasó por la mente de Peter cuando Colin comenzó la patada magistral, y aunque la ejecución era profesional, Peter no se dejó engañar: agarró el balón… ¡y se hizo con él! Inmediatamente se lo pasó a Michael, que a su vez se lo pasó a Nibs. Nibs fue perseguido por Hank y se disputaron la pelota hasta que esta salió del campo, cerca de la porte-ría. Era un córner.» «El córner fue sacado por Nibs que lo envió a Peter, Peter lo chutó con un tiro curvo hacia Michael porque Rob estaba de nuevo en su camino. Michael saltó y golpeó el balón con un hermoso cabezazo hacia la portería. El portero se lanzó en vano. ¡Esquina superior derecha! ¡Gol! ¡Uno para todos!
Los chicos se volvieron casi locos, rodeando a Michael, saltando sobre él, casi aplastándolo has-ta la muerte. En el público, Wendy y la maestra Campanilla saltaron desde el banquillo, animan-do al goleador. Peter oyó al Capitán Garfio murmurar alguna grosería. El árbitro anunció el des-canso.
Peter descansaba feliz en el banquillo del vestuario mientras escuchaba a los demás cómo co-mentaban las posiciones de los jugadores, cómo analizan el partido, y elogiaban el pase de Pe-ter y el gol de Michael. Una extraña y agradable sensación le invadió, sonreía. Estaba contento, pero en cierto modo no por él mismo, sino por la alegría de los chicos. Tanto Wendy como la profesora entraron en el vestuario, dando palmaditas en el hombro a los chicos.
«¡Bien hecho chicos, seguid así!».
El descanso había terminado, todos volvieron al campo.» «Los Piratas estaban visiblemente más tensos. No habían pasado el descanso tan alegremente como Peter y sus amigos. Se colocaron alrededor del entrenador, que se dirigió a ellos nervioso. Sonó el silbato y comenzó la segunda parte. Peter consiguió un respiro, sorteó a Grant con una buena jugada, pero Colin se interpuso, así que pasó atrás, a Tootles; Tootles atrás, a Lachlan; y Lachlan hizo un gran pase hacia delante. Peter tenía el balón de nuevo. Rob se abalanzó sobre él otra vez, intentaba quitarle el balón a Peter violentamente, chocaron y ambos dieron una vol-tereta. Peter se levantó de un salto, queriendo correr con el balón, pero vio que Rob seguía en el suelo, agarrándose el tobillo.
El capitán Garfio gritaba desde las líneas laterales.
«¡Levántate, por el amor de Dios, niño debilucho!».
Rob tenía lágrimas en los ojos. Peter le tendió la mano para ayudarlo a levantarse, Rob cogió la mano de Peter, pero no podía ponerse en pie. Empiezó a llorar. Rob se sentó en el suelo, con la cara enterrada entre las manos. Peter y Nibs le abrazaron y le ayudaron a levantarse. Campanilla y Wendy llegaron y sacaron a Rob del campo con cuidado.