Anne y Tuli – Historia 6

«¿Pero qué pasó con ese bosque?» preguntó Anne, y en su bolsillo Tuli también escuchaba con mucha atención.
«El hombre de la coleta compró el bosque hace dos años, y anunció que iba a construir un cen-tro comercial allí mismo. Entonces nosotros y los habitantes del pueblo vecino iniciamos una peti-ción, y casi todos los que viven en la zona la firmaron. Se recogieron casi 25.000 firmas. Papá llegaba muy tarde a casa porque iba a todas las casas con la petición. Luchamos durante sema-nas, pero luego talaron el bosque y ahora hay un enorme monstruo de hormigón en su lugar».
«¿Pero qué tiene que ver esto con nuestro bosque?». preguntó Anne asombrada.
«El tipo le acaba de decir a la policía que también es dueño de este bosque, así que puede hacer lo que quiera en él. Me temo que también quiere construir algo aquí, quizá un hotel con bonitas vistas al valle».
«¡Mamá, no puede hacer eso! Tenemos que impedírselo. Si construyen un hotel allí, ellos nunca podrán volver».
«¿Quiénes son “ellos”, Annie?»
«Los animales. Las ranas. ¡Los escarabajos! Y ya no podremos jugar allí, ¡y eso sería terrible!».
«Se nos ocurrirá algo».» «Cuando papá volvió de la oficina por la tarde, mamá y Anne se lo contaron todo. Tuli estaba acurrucada en el bolsillo de Anne, medio llorando y a la vez con algo de esperanza. Estaba preocupada por sus amigos. Incluso por Gembi, que era realmente insufrible.
«Te diré lo que haremos -dijo papá después de pensarlo largamente-. Iniciaremos una petición a nivel nacional. El resultado será un gran escándalo. Uno de mis pacientes, que acaba de hacer-se una ortodoncia conmigo, trabaja para una importante cadena de televisión comercial. Le lla-maré para ver qué podemos hacer».
Papá telefoneó, y he aquí que, a primera hora de la mañana siguiente, un equipo completo de televisión entró en la Calle Lavanda, deteniéndose justo delante de la casa vallada de verde. Poco después, sonó el timbre en casa de Anne.
«Buenas tardes, estamos buscando a la niña que hizo la denuncia a la policía». Anne quiso esconderse en su habitación, pero ya era demasiado tarde: apenas se había despertado, la enorme cámara estaba delante de su cara y una simpática joven le ponía un micrófono delante de la boca.
«¿Puede decir a nuestros telespectadores qué viste exactamente?».» «Anne temblaba, pero tenía que hablar.
«Estaba de camino a casa viniendo del colegio cuando vi un humo negro… y llamé a los bombe-ros con mi teléfono móvil, y había un niño pequeño que no conocía pasando por delante de mí, y me dijo que un hombre con una coleta había descargado los neumáticos y la basura de un gran coche negro… pero entonces el niño se marchó, y yo no sabía qué hacer, y finalmente, a la mañana siguiente, llamé a la policía».
«Fuiste muy lista» susurró la reportera, y luego, mirando a la cámara, continuó:
«Más tarde se supo que el sospechoso había comprado el bosque donde planea construir un hotel de lujo en circunstancias bastante dudosas. Los residentes locales han iniciado una peti-ción para preservar el bosque. Uno de los informáticos de la calle también ha creado esta maña-na un sitio web para la petición, así que si quieres firmarla, puedes hacerlo visitando www.salvaelbosque.com. Monica Brown, desde la Calle Lavanda, ¡de vuelta al estudio!».
El reportaje se emitió en las noticias de la noche. Anne se «vio» en la tele con cara de timidez, pero sus padres estaban muy orgullosos de ella.» «El caso se convirtió en un escándalo nacional. Durante días, fue la comidilla de los telediarios y, gracias a la investigación policial, se fueron desvelando cada vez más detalles sórdidos sobre el hombre de la coleta. Decenas de miles de personas firmaron la petición. Tuli estaba exultante: por la noche salía volando por la ventana y pintaba con las témperas de Anne pequeños neu-máticos en la acera, en las puertas de las casas del barrio.
Aparecieron pequeños neumáticos negros en las aceras de los alrededores de la Calle Lavanda. Nadie sabe quién hacía los misteriosos dibujos, pero parecía que habían conseguido su objeti-vo: en cuestión de días, las pinturas reivindicativas se habían extendido por todo el país. En algunas ciudades incluso había protestas con pegatinas de neumáticos y vallas publicitarias con-tra la construcción del hotel a las afueras de aquel pequeño pueblo rural; noticias como ésta y otras similares se emitían por la noche en la televisión.
«¡Tuli!» gritó Anne una mañana de julio, mirando por la claraboya hacia la casa vallada de verde.
«¿Qué ha pasado?», bostezó el hada, saliendo del catre.» ««¡Mira! ¿Es un cartel de ‘Se vende’?». Anne señaló hacia la valla verde.
«¡Déjame ver!» Tuli ya estaba volando y no tardó en traer de vuelta la maravillosa noticia.
«Sí, lo es. Un cartel de ‘Se vende’. Y el coche negro también ha desaparecido». Anne bajó co-rriendo a la cocina, donde sus padres ya estaban preparando el desayuno.
«¡Mamá! ¡Papá! El tipo de las coletas se ha mudado. Ahí está el cartel delante de su casa. ¿Qué ha pasado?»
«Vaya, ¿cómo lo sabes? ¿Puedes verlo desde la ventana?» preguntó mamá sorprendida, pero papá la cortó.
«¡Pues sí! ¡Qué ganas teníamos de contártelo! Esta mañana temprano ha llegado la noticia de que al tipo no le han concedido el permiso de obras para el hotel, e incluso puede que lo con-denen por otros delitos. ¡Y el bosque ha sido declarado reserva natural! Has hecho un trabajo fantástico».
«¡TODOS lo hemos hecho!», sonrió Anne. «¡Voy a dar una vuelta en mi patinete para celebrar-lo!».
El patinete rojo se deslizó suavemente por la calle, y la pequeña hada de Anne se asomó ale-gremente desde el bolsillo.
«¡Anne! Quizá ahora podamos buscar por fin a mis amigos. Podemos decirles que pueden vol-ver. Porque la próxima primavera todo volverá a florecer».
«No te preocupes, Tuli. Estoy segura de que los encontraremos», le guiñó un ojo Anne.

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