Una trampa para nuestros padres – Historia 1

“¿No puedes hablar en serio? ¿Una semana, sola, en Francia? Mamá, no tengo que ir, ¿verdad? ¿Qué haré yo allí?” Lotti rompió a llorar.
“¡Pero no estarás sola! Habrá muchos otros niños, ¡y mira qué actividades tan divertidas! Pintar, dibujar, esculpir… Incluso te llevarán a montar a caballo a una granja”, dijo mamá, agitando con entusiasmo el folleto del campamento ante Lotti, que no se dejó impresionar. Nunca había viaja-do en avión y ni siquiera conocía a los guías del campamento.
“¡No quiero ir! Prefiero dar una vuelta en coche por todo el estado, las dos solas, en una autoca-ravana, ¡como llevas dos años prometiéndome, mamá! No quiero hacerlo”. Lotti subió corriendo las escaleras hasta su habitación y cerró la puerta tras de sí. Mamá la siguió y llamó a la puerta.
“Lotti… sabes que tengo que ir a esa conferencia, y no hay otra forma de hacerlo ahora. Al final del verano, te lo prometo, ¡alquilaremos esa caravana e iremos dos semanas enteras! Por favor, sólo pasa este campamento… ¡Son sólo siete días! Y creo que te lo pasarás muy bien”.» «“¡Vaya! ¿Hablas en serio? ¡Eres el mejor padre del mundo! No me lo puedo creer, ¡una semana en Francia! ¡Mil gracias, papá! Gracias, gracias, gracias, gracias”.
“No es nada”, sonrió papá. “¡Si quieres, esta tarde podemos ir de compras para el gran viaje!”
“¡Sí! ¡Como una de esas almohadas de viaje que usan en los aviones, y un saco de dormir con un gatito milagroso!”.
“No te hará falta saco de dormir, habrá camas. Mira en qué sitio más chulo vas a dormir”. Papá le enseña fotos en su portátil. Incluso van a montar a caballo, y todo es genial, ¡cosas de artistas! “Casi estoy celoso de ti”.
“¡Te enviaré una postal, papá! ¿Cuántos días faltan para irnos?” Louisa estaba contando. El 1 de julio, son dos semanas más, trece noches más. Cuenta atrás”.
“Sólo queda una pregunta”, gruñó papá, “¿qué voy a hacer mientras estés fuera?”.
“No te preocupes, papá, creo que te las arreglarás”, rió Louisa.» «El vuelo fue el peor de todos los que había vivido. Fueron 8 horas de vuelo de Nueva York a París, y desde allí aún quedaba el viaje hasta el campamento. A Lotti no le importó que las aza-fatas respondieran a todos sus deseos.
“¿Quieres otra Coca-Cola? Si quieres, puedo ponerte dibujos animados. Sólo estamos a tres ho-ras, ¡podrías echarte una siesta!” Lotti miró con dureza a la joven y rubia azafata y se volvió hacia la ventanilla.
Pero a Louisa le encantaba volar y lamentaba especialmente que el vuelo desde Londres sólo durara una hora y media.
*
“¡Hola! ¡Creo que te estoy esperando! ¿Louisa?”
“¡Sí!”, Louisa se acercó alegremente al hombre alto y simpático que resultó ser su chófer.
“Te llevaré al campamento. ¡Qué maleta tan enorme! ¿Has hecho la maleta para un año?”, rió, y Louisa le siguió alegremente hacia el aparcamiento.
Lottie fue recibida en el aeropuerto por una anciana taciturna que sostenía un gran cartel. Nin-guna de las dos habló mucho durante el largo trayecto, Lottie no tenía ganas de hablar y la con-ductora la dejó enfurruñada.» «Louisa, sin embargo, no se calló en todo el camino.
“Y adivina qué, me han regalado este campamento por mi noveno cumpleaños, porque me en-canta esculpir, tengo muchos tipos diferentes de arcilla, ¡y voy a un taller en Londres! De verdad, ¿vas a estar en el campamento?”, le preguntó al conductor, que resultó llamarse Jerome y ser francés.
“¡Claro, y yo te llevaré!”. Jerome sonrió.
“¡Qué bien! Nunca he estado en Francia, ¿de verdad vamos a comer cruasanes todas las maña-nas?” y luego, sin esperar la respuesta, continuó. “Papá hace croissants a menudo, son congela-dos, pero él los hornea. Nunca he conocido a mi madre en persona, se divorciaron cuando yo era muy pequeña. También tengo una hermana gemela, Lotti, a veces hablamos por Skype. Ella y mi madre viven en Nueva York. ¿Tienes una hermana?”
“Tengo dos hermanas, una de ellas…” pero Jerome no pudo terminar la frase.
“Vaya, dos chicas son muchas, ¡papá siempre dice que con una como yo es suficiente!”.
“Realmente puedo entenderlo. Desde luego, ¡tienes mucho que contar!”.
“Sí, cuando no estoy jugando, estoy hablando. Y a veces hago las dos cosas a la vez”.» «“¿No tienes sed?” Blanche era la líder del campamento, pero Lotti no sabía nada de eso, y estu-vo malhumorada todo el camino en lugar de hablar. Su respuesta fue monosilábica: “No”.
“¡Mira qué lavanda!”, dijo Blanche desde detrás del volante. Pasaban junto a un enorme campo morado.
“Sí”. Lotti no quería admitirlo, pero también estaba impresionada por la vista. No había mucha lavanda en Nueva York. “¡Cuando lleguemos, quiero llamar a mi mamá!”
“Por desgracia, no puedes. Este es un campamento sin aparatos. Ni internet, ni teléfono”.
“¡Oh, vamos! Esto va a ser peor de lo que pensaba”.
“¡Pero podría ser incluso mucho mejor de lo que piensas!” Blanche intuyó que iba a pasarlo mal con Lotti. Encendió la radio del coche.
“Odio la música francesa”, dijo Lotti, y se sentó, ofendida. El resto del viaje transcurrió en un pro-fundo silencio, aparte de la música que sonaba a todo volumen en la radio.

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